lunes, 26 de octubre de 2009

El inquilino del siglo XIX



guía descriptiva del territorio de Chile, de las capitales de provincia, de los puertos principales por Recaredo S. Tornero en Valparaíso











Uno de los arquetipos más tradicionales y permanentes del campo chileno fui yo el “inquilino”, quien, una vez asentado en los lindes de las estancias, podía establecerme e intentar fundar mi familia. Yo era un agricultor que criaba ganados y sembraba cereales, miraba como propia la tierra que cultivaba, radicaba en ella para constituir una familia, aumentaba sus economías para formar un capital, y si servía con inteligencia y honradez, obtenía ascensos como capataz y mayordomo y llevaba hasta mi muerte una existencia cómoda, que diferencia con el peón ambulante que, después de una vida de aventuras, tarde o temprano volvía pobre y andrajoso al antiguo hogar. No obstante, a cambio de mi estabilidad y la de mi familia, debía soportar las crecientes arbitrariedades y humillaciones del poder terrateniente que en forma creciente le imponía mayores cargas y obligaciones contractuales. En todo caso, a pesar de su precaria seguridad, me diferenciaba profundamente del sector más desfavorecido de la sociedad: el de los vagabundos. Indios, mestizos, mulatos y zambos, es decir, todo lo que las fuentes llamaban castas, constituían el origen del perpetuo vagabundaje. En efecto, eran miles los hombres que recorrían los campos y la hacienda buscando un trabajo o algo que hurtar.